sábado, 14 de mayo de 2011

Javier Heraud: entre el fuego y la ternura

Juan Cristóbal
Esbozo biográfico

Tenía apenas 21 años, cuando un 15 de mayo de 1963 pasó a la inmortalidad, al ser acribillado, con balas que sirven para cazar animales, por la Guardia Civil, en un río de Puerto Maldonado, a pesar de haber estado agitando una bandera blanca desde una canoa, cuando había ingresado al Perú y deseaba iniciar la revolución, desde su militancia del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En él se dio la figura del hombre que lucha incansablemente por sus ideales y la del poeta admirado que ya había ofrecido un caudal de poemas admirables. Sus versos, a pesar de ser sencillos, eran hondos y gravitantes. Reflejaban inquietudes de los más profundos sentimientos, especialmente de justicia. A pesar de su juventud, la obra que nos legó sigue causando admiración y respeto, tanto por su ternura cuanto por su estilo acabado. Su poesía es límpida y transparente. Puede parecer simple, pero es grave y compleja. Los temas centrales de su poesía son: el río, el otoño, el hogar, la naturaleza, la muerte, que siempre la trata de una forma conmovedora, cercana y familiar. Son inolvidables esos versos: “Yo no le temo a la muerte / pero algún día / moriré entre pájaros y árboles”. Y asi fue como murió. Como la mataron.

Esa admirable madurez se explica por su constante preocupación de mantenerse en contacto con la literatura no solo peruana sino del mundo. Apreciaba la calidad, entre los peruanos, de Vallejo, Westphalen, como la de Neruda, Eluard, Keats, Shélley, Antonio Machado, entre otros.

Los pocos años que tenía no fueron obstáculo para su ingreso a la Universidad La Católica, en donde fue asistente de cátedra a los 17 años. Posteriorme, asumiría la responsabilidad de ser profesor de inglés en el colegio Guadalupe.

Los amigos lo recuerdan como un joven sencillo, bueno, con alma de niño, que sabía lo que significaba la amistad. Era alegre y juguetón, pero de carácter fuerte al que le indignaba la injusticia.

En 1960 ganó el primer premio, junto con César Calvo, en el concurso “El Poeta Joven del Perú”, convocado por la revista Cuadernos Trimestrales de Poesía, de Trujillo, dirigida por Oscar Corcuera.

El 20 de julio de 1961 viaja a Moscú, pasa a Asia, luego a Paris y Madrid. En 1962 se va a Cuba a estudiar cine.

En vida publicó “El río”, “El viaje”, Dejó poemarios inéditos como “Estación reunida”, “Poemas de la tierra”, “Viajes imaginarios”, “Poemas dispersos”. Su nombre de combate fue “Rodrigo Machado”.

El mensaje de JavierTal vez fue Lenin quien dijo, “En algunas épocas las mismas clases dominantes que asesinan a hombres que después pasan a tener un significado profundo de su patria, tratan de apoderarse de su memoria (como aves de rapiña) para confundir al pueblo haciéndose pasar como los realizadores de esos ideales por los cuales ofrendó su vida el combatiente”.

Y esto es lo que sucedió y sigue sucediendo con Javier, añadiendo además, para vergüenza de quienes lo hacen, que no solamente cometen la ignominia arriba mencionada de las clases opresoras, sino también entran en la conjura algunos compañeros de ideales y sueños. Por eso es importante rescatar a Javier y tantos otros héroes populares para que no aparezcan como los “románticos”, “los ingenuos”, “los aventureros” que abrazaron y abrazan “ideas extrañas”, porque eso es una farsa.

Es verdad que Javier fue un romántico (qué poeta, qué militante, qué guerrillero no lo es), un ingenuo (pero para decir, “del horizonte de uno al horizonte de todos”, como Paul Eluar), un aventurero (pero a la manera del Che, que exponía su vida por las ideas que enarbolaba). Pero de lo que se olvidan decir es que Javier fue un auténtico revolucionario, un hombre en toda la extensión de la palabra, que estuvo comprometido política e ideológicamente con la liberación definitiva de su patria, y no con meras reformas estructurales y nacionalistas.

Por eso, en los actuales momentos de nuestra vida política, el recuerdo y presencia de Javier adquiere un significado especial: persistir en la lucha por el auténtico socialismo, aun cuando sea desde las trincheras del desaliento o desesperanza. Porque lo que Javier y otros quisieron, no fue una bola menos pesada para el presidiario, ni una sociedad donde se maten (de hambre o de bala o se desaparezcan o destierren) obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales comprometidos. ni que se renuncie a la inevitable lucha de clases.

El recuerdo y presencia de Javier debe servir para guiarnos a producir acciones unitarias a favor de las grandes mayorías, que conduzcan al socialismo y al internacionalismo de nuestra patria latinoamericana, amenazada por el neoliberalismo salvaje y sus siempre protervos adalides como Vargas Llosa.

AddendaAlguna vez testimonié en un semanario diciendo: “A Javier Heraud –los amigos cercanos y los otros- lo hemos traicionado. Su legado político lo hemos olvidado, lo hemos echado al tacho de basura. Nadie (a excepción de Edgardo Tello) ha seguido su generosidad y lealtad, su mirada al porvenir y su entrega. Porque todos los de la generación del 60 nos dedicamos a posar, a hablar, hacer recitales, manifiestos, pero no a entregarnos a la lucha concreta y definitiva. Fuimos como una especie de dandys de la palabra y del gesto”. Y puedo añadir ahora: “Y después (especialmente con los tiempos del fujimorato), muchos otros lo volvieron a traicionar, ya claudicando en su pensamiento, ya pasándose al enemigo”.

Por eso, la muerte de Javier, para nosotros los poetas e intelectuales que deseamos servir a la historia, debe ser el punto de partida y el compromiso permanente con las mejores causas populares. Debe ser el testimonio heroico de la teoría y de la práctica, desde el lugar que nos encontremos. La afirmación de nuestras esperanzas. Debemos, pues ratificar, de manera permanente, que los ideales de belleza y lucha no son excluyentes, sino están en la misma línea de combate y por encima de todo tipo de interés. Y eso lo advirtió premonitoriamente Javier cuando dijo: “No hay que elevar las promesas futuras, si a la hora de la lluvia sólo tendremos el sol y el trigo muerto”.

La historia, inflexible como siempre, le ha vuelto a dar la razón a Javier, nuestro mejor paradigma de poeta y revolucionario. Y nos ha vuelto a poner a nosotros en nuestro sitio. De donde sólo podremos salir si mostramos entrega y vitalidad. Como él, cuando murió.
Lima, 2006, jueves 18 de mayo, Escuela de Folklore “José María Arguedas”

Les brindamos algunos poemas del joven poeta del Perú.

El río

Yo soy un río un río
un río cristalino en la mañana.
A veces soy tierno y bondadoso.
Me deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de día,
y de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazosen la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.

Yo soy el río.
Pero a veces soy bravo y fuerte
pero a veces no respeto
ni a la vida ni a la muerte.
Bajo por las atropelladas cascadas,
bajo con furia y con rencor,
golpeo contra las piedras más y más,
las hago una a una pedazos interminables.
Los animales huyen,
huyen huyendo cuando me desbordo
por los campos, cuando siembro
de piedras pequeñas las laderas,
cuando inundo las casas y los pastos,
cuando inundo las puertas y sus corazones,
los cuerpos y sus corazones.


Palabra de guerrillero

Porque mi patria es hermosa
corno una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.

Arte Poética

En verdad, en verdad hablando,

la poesía es un trabajo difícil
que se pierde o se gana
al compás de los años otoñales.

Cuando uno es joven
y las flores que caen no se recogen
uno escribe y escribe entre las noches,
y a veces se llenan cientos y cientos
de cuartillas inservibles.
Uno puede alardear y decir
“yo escribo y no corrijo,l
os poemas salen de mi mano
como la primavera que derrumbaron
los viejos cipreses de mi calle”)
Pero conforme pasa el tiempo
y los años se filtran entre las sienes,
la poesía se va haciendo
trabajo de alfarero,
arcilla que se cuece entre las manos,
arcilla que moldean fuegos rápidos.
Y la poesía es
un relámpago maravilloso,
una lluvia de palabras silenciosas,
un bosque de latidos y esperanzas,
el canto de los pueblos oprimidos,
el nuevo canto de los pueblos liberados.
Y la poesía es entonces,
el amor, la muerte,
la redención del hombre.

Madrid, 1961 – La Habana, 1962

No hay comentarios: