sábado, 4 de junio de 2011

Urdida y Secreta Adhesión

He estado tras tu paso y esencias cada día, Poesía.
He calculado cada tiempo el tiempo de tu distancia.
No he escatimado sueño ni caminos por tu reencuentro
y ni un instante no he dado tregua a tu busca e invocación.
He salvado puentes y me he extraviado en las ciudades,
rondado parques y me he enrevesado entre las pérgolas,
recorrido playas y me he perdido entre las dunas,
cruzado vías y me he errado por tantos cruces.
¿Dónde te escondes de mi entusiasmo por tus formas?
¿Dónde te encubres de mi fervor por tus nociones?
¿Dónde te ocultas de mi pasión por tus acentos?
¿Dónde te velas de mi exaltación por tus querencias?
He llamado tu nombre y presencia desde las montañas.
He citado tu imagen y asombro entre los bosques.
He aclamado tus voces y colores a las borrascas.
He emplazado tu germen y señales en los océanos.
Y no hay amanecer que no te haya inquirido a los rocíos,
ni tarde que no te haya indagado a los crepúsculos,
ni noche que no te haya rezado desde mi camastro.
He estado esperándote al lado de mi puerta,
alentándote junto a mi ventana, induciéndote en mi pasillo,
incitándote sobre mi lecho, delirándote en mis vigilias.
No demores, no difieras, no aplaces, no rezagues, Poesía.
Llegado es el Otoño y tiempo de volver a soñar:
los atardeceres desde el muelle, la brisa tibia de mayo,
la luna lúcida, nuestra urdida y secreta adhesión.
Por William Smith

Ferreñafe, mayo de 2011

martes, 31 de mayo de 2011

Poema II


Llegaste una tarde sombría
caprichosa, entrometida
despiadada, ladrona,
robaste de su rostro la sonrisa
y de su alma la alegría
sigilosa, persuasiva,
hiciste de su llanto tu alimento
y de su tristeza tu regazo.
Envidiosa e impulsiva
arrebataste su dulzura
y a cambio le entrgaste
la más cruel amargura.
¡Basta ya, declina en tu intención,
deja en paz, su corazón!
Pues no hay un ser que merezca
tenerte como amiga
y antes que te maldiga
deja que abra las ventanas
que deje la luz entrar.
Que palpite de emoción
al ver las flores danzar,
que el arrullo de los pájaros
vuelvan alegrar su alma.
Que sienta del jardín su aroma
y que por fin escuche
al aire decir en un susurro
¡Adios... soledad!

De Lilia Ruiz Vásquez
C.N. San José
Chiclayo-Perú

domingo, 29 de mayo de 2011

VI UNOS OJOS

Vi unos ojos
necesitados de misericordia
cual si pidieran agua,
ellos pedían vivir.

En sus albercas vacías
se formaron lagunas saladas
e iban a irrigar
esos campos de mejillas mustias.

Eran ojos temblorosos
caídos de tanto irrigar,
caídos de tanto llorar.

Querían esos ojos calma divina
y no la hallaban,
mas se perdían y
desconsoladamente lloraban.

Ojos infelices llenos de odio,
necios y desgraciados,
tiemblan y piden perdón,
un perdón que jamás será dado.

Vi unos ojos cerrados
de tanto llorar,
eran arrugados
y se veían tranquilos,
estaban cansados,
quizá, nadie entendía su interior.

Ya no había odio,
ni necedad, ni desgracia,
ya se veía poco a poco
a esos ojos sin vida.

Vi unos ojos cerrados, muy cerrados,
su tranquilidad confundía,
algunos lamentaban su desgracia,
otros festejaban su deceso,
y yo quería entender su interior.

En esos ojos la alegría rondaba,
entonces dije:
ojos que han buscado paz,
hoy la han encontrado,
ojos cerrados para siempre.

Entonces entendí su interior,
había una luz,
una luz clara y viva,
era una luz divina
que la muerte no logró llevar,
esos ojos habían visto a Dios
y eso les bastaba
para que sean felices.

Vi unos ojos desde el cielo,
eran ojos llenos de gozo,
ojos que solo en sueños
aparecen como luciérnaga de noche.
Ojos divinos sólo eso y nada más.

Por. Julissa Salazar
Tumbes 2011