viernes, 18 de diciembre de 2009

Identidad

Tú hablaste por mí, interpretaste mis sentimientos, creíste en mi dolor y, también, ¿por qué no?, lloraste por mí.
Engranaje del destino, el pasado igual se acerca, mide el presente, lo hiere y lo consume.
"Jamás hombres humanos, hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, en el vaso..."
Sí, hombres de todos los tiempos, intérprete del destino, del futuro sin color y sin sabor; pero en el subconciente se abre un resquicio donde el sentimiento crece, el cariño cdrece, y el amor no muere, es artmética, se multiplica, perdura aún en el cajón.
Son tus versos los que revuelcan mis inquietudes, mis fantasías; el eterno pensar del yo existo y para qué sigo existiendo, será porque: "Hay hermanos mucho que hacer..."¿En lo mío, en lo ajeno? Quizás más en lo mío, pues me llega al alma, aquello de que "Jamás tan cerca arremetió lo lejos..."Porque eso es mi verdad.
Treintaitantos años atrás, me cuentan que vi la luz, me llamaron Anabel.
¿Por qué? No lo sé; mis ancestros ignotos, mi casa la calle, el orfanato, siempre con el abrigo prestado y el corazón buscado una banca, un descanso. Lo encontré y lo perdí una y mil veces y hoy treitaitantos años de rodar y de golpear, sin encontrar asidero, lo lejano sigue lejos. No importa la historia, si es posible se inventa una, aunque en el fondo sepa que carece de raíz, sin tronco, sin ramas, sin nada.
En el corazón y en la mente persisten interrogantes: ¿Qué fue de aquél que sembró mi semilla y, qué fue de aquélla que me cultivó en su vientre?
Sin historia, sin lamentos; me convertiré en raíz, luego seré tronco y más tarde crecerán ramas verdes, ardientes, matizadas de sueños y esperanzas.
Isi Gonzáles de Montoya

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